|  | Actualizado: 10/10/2020 0:34

La sentencia de la salida a Bolsa de Bankia, sin duda, es histórica. Muy interesante para todos los profesionales que nos dedicamos al ejercicio del Derecho Penal Económico.

La Fiscalía Anticorrupción planteó el caso, como el enjuiciamiento a toda una época de excesos en el ámbito financiero.

Muchos medios de comunicación y preferentistas, organizados en diversas asociaciones, focalizaron su indignación por la pérdida de sus ahorros, en los directivos de Bankia.

Para muchos ciudadanos, la absolución ha sido una sorpresa, como un jarro de agua fría.

La alegría por la absolución de nuestro cliente, al igual que por la del resto de acusados, es inmensa.

No obstante, nos queda un poso de preocupación o incluso frustración sobre el momento que vive en el Derecho Penal moderno.

Ha existido un cierto populismo punitivo, y una instrumentalización del proceso penal, que no se frenó por el Juzgado Central de instrucción, ni por la Fiscalía.

No pretendo ofrecer soluciones a problemas tan complejos, pero al menos, sugiero algunas reflexiones de cara al futuro:

1º. ¿DE VERDAD, QUE NADIE SE DIO CUENTA DE QUE EL PRÍNCIPE ESTABA DESNUDO?

Dicho de otro modo, ¿cómo es posible, que el Juzgado Central de instrucción de la Audiencia Nacional, la Fiscalía Anticorrupción y sus peritos, no detectasen ninguna de las enormes inconsistencias que con tanta contundencia ahora refleja la sentencia?

El sufrimiento personal y profesional que han padecido tantas personas injustamente acusadas ha sido terrible.

Lo sabemos bien los abogados defensores que les hemos acompañado durante todos estos años de titánica lucha jurídico procesal.

En consecuencia, el siguiente punto de reflexión es inevitable.

2º. ¿CÓMO SE COMPENSA EL TERRIBLE  DAÑO PERSONAL Y PROFESIONAL OCASIONADO POR LOS JUICIOS PARALELOS?

Una sentencia absolutoria, ciertamente, es un alivio para los acusados, pero no repara los daños injustamente padecidos.

En todo caso, con sus defectos, confiemos en la Justicia.

Esta sentencia demuestra que el tribunal ha sido rabiosamente independiente y ha juzgado conforme a las pruebas practicadas en el juicio oral. Nada más.

No se ha plegado a la enorme presión del juicio paralelo, a los cantos de sirena, ni tampoco al ruido mediático o «strepitus fori» que previamente ya había condenado, a quienes en realidad eran inocentes.

En fin, hoy sabemos que los acusados, en realidad, fueron los chivos expiatorios, de las culpas de otros.